Tres son multitud

8/10/2008 diecisietecosas 0 Comments


Casi nunca hablo de mi trabajo aquí, porque pocas veces me pasan cosas dignas de contar.
Pero a veces sí.
Hay días en que te tienes que levantar a las 6 para ir a una manifestación a las 8 de la mañana, que es una hora en la que yo pensaba que nadie se manifestaba, solo porque el café está demasiado malo o porque no te ponen churro-free para acompañar. Vamos, las cosas normales por las que merece la pena manifestarse a esas horas.
Pues hay quien convoca manifestaciones a las 8. Y allí vas, y te dicen que van a ser ciento y pico, a lo mejor 300. Y te lo crees. Y te dicen que se van a encadenar y te lo crees.
Y llegas allí y son tres, pero tranquila, que están de camino los demás. No hay cadenas por ningún lado. Y te preguntan si merece la pena ir a comprar unas cadenas, para poder así ‘dar la campanada’. Y les dices que vayan.
Y cuando te preguntan, cuantos metros compran, no sabes si reír, llorar o tomarte otro café sin churro.
Pero al final van a por la cadena y ves que vuelven con una bolsita tan pequeña que hay solo cabrían las cadenas que uso yo para mis collares.

Y esperas. Y son casi las 10, pero ellos dijeron que sería a las 8. Y esperas, porque dicen que están de camino. La prensa se pone nerviosa. La Guardia Civil invade el lugar en previsión de incidentes. Más de 10 patrullas, ‘y los que no ves’, me dice un agente. Más de una decena, -osea diez- medios de comunicación. Ellos siguen siendo 4. Uno, dos, tres y cuatro.
Empiezan las penurias. Dicen que a un grupo les han interceptado el autobús de camino, en un punto lejano de la geografía española, más allá de Palencia. Cosas de la Guardia civil que está hiper-movilizada en contra de estos manifestantes. Otros averiaron el coche. Están intentando alquilar un coche. ¿En un arcén? ¿O en un área de servicio?? ¿A que hora estarán aquí?

Casi 3 horas después de la hora prevista nos ponemos en marcha, los 4 manifestantes –uno, dos, tres y cuatro- y los medios que tenemos aún paciencia, camino del ‘lugar elegido para el encadenamiento de protesta’. Digamos que es delante de la casa del señor P, que casualidades de la vida, es un señor muy importante que está por aquí pasando unos días. Y resulta que los cuatro manifestantes no saben donde es el sitio, y tienen que preguntar a los vecinos. Por fin llegamos al lugar, delante de la casa del señor P, con más guardias civiles que manifestantes, más prensa que manifestantes y más escoltas del señor P, que manifestantes.
Y finalmente, los manifestantes se manifiestan. Tres sujetan la pancarta. Con ser tres se apañan, uno a cada extremo y otro en medio, para que no caiga. El cuarto se puede permitir estar aparte, haciendo alguna foto de recuerdo del glorioso momento, y haciendo de portavoz, y no deja de insistir en eso de que les interceptaron a los demás y que si no fuera por eso, serian más de 100, osea un centenar.
Tras unos minutos, en silencio, con la pancarta extendida, recogen y se van. Sin cadenas, sin gritos, con el megáfono abandonado en el coche.
Los guardias civiles se ríen cuando se enteran de eso de interceptar autobuses España adelante. 'Para esto hemos traído las cizallas', dicen. Más de 10 coches patrulla, y cada uno con unas cizallas para cortar cadenas. Pero ni el megáfono, ni las cadenas ni las cizallas aparecen aquí.

Nos vamos entre el reír y el llorar, clamando por el cuarto café de la mañana, con churro, sin churro o como sea. Y con la constatación, horas después, leyendo algunas notas de agencia, (de quien no se leventó a las 6 ni estuvo allí) de que cuatro personas se pueden convertir en una veintena –osea, veinte- en un momento. Como el milagro de los panes y los peces. Yo creía que una veintena eran 20, pero no, parece que pueden ser cuatro.
Uno, dos, tres y cuatro.
Y tu jefe te pregunta luego ‘¿Cuántos eran?’ y tú le dices: ‘Cuatro’.Y se sorprende. Se sorprende mucho.
Cuatro literalmente.

Y es que paras sujetar una pancarta, tres son multitud.

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