Una de deseos

12/21/2008 diecisietecosas 0 Comments


Muchos soñaremos esta noche que mañana nos toca la Lotería, creyendo que mañana seremos más felices. Sin hipoteca, sin preocupaciones, y con ese viaje infinito que todos soñamos con hacer 'cuando nos toque la lotería', y que luego pocos se atreven a llevar a cabo. La mayoría o no encuentra fechas, o tendría que llevar una maleta tan grande, que teme no poder arrastrarla por el mundo adelante. Soñamos una noche que la Lotería nos traerá la felicidad, pero perdemos los 364 días del año restante, porque esos días dejamos de buscarla, dejamos de trabajarla, esperando que un bombo mágico nos cambie la vida.

El otro día iba en mi autobús, ese que lleva baladas de ayer y de hoy de fondo, que parece que son bandas sonoras de las historias que veo allí dentro, camino de casa. A mi lado una pareja. O mejor, primero ella. Luego se subió él. Y se encontraron. No se si fue de manera premeditada o fue casualidad. No tenían sitio para sentarse juntos, y una amiga de ella, y una desconocida cargada de bolsas los separaba. Pero no dejaban de mirarse. Y de decirse cosas sin hablarse.

Luego la desconocida desapareció y se sentaron juntos. Y todo el viaje lo pasaron hablando muy bajito, mirándose de una manera tan dulce que muchos pasajeros les miraban de reojo, casi con envidia. Ambos parecían latinoamericanos, por los rasgos y por el acento suave, que me pareció intuir en aquellos susurros. Quizás volvian del trabajo ella, del trabajo él, un viernes demasiado tarde, cuando los demás -ya de vuelta a casa- no tienen ganas de nada. Y ellos, parecía que se querían comer el mundo. Cuando se bajaron juntos, y comenzaron a andar, abrazados, muy pegados, no podía dejar de mirarlos. Quizás eso era la felicidad, y no hacía falta nada más, para que se sintieran los más grandes y los más ricos del mundo.

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