Tornillos

6/05/2009 diecisietecosas 1 Comments

Foto de www.atlantico.net



Vuelvo de vacaciones y me encuentro una sucesion de imágenes que parece un como un powerpoint mental.
Demasiada ropa sucia amontonada y no acordarte como funciona el despertador significan vacaciones largas y niña pequeña.
Un compañero llevado en volandas y subido a una ambulancia, gritando de dolor, significa que en esta ciudad ha habido una guerra de esas que a estas alturas, ya no tienen ningun sentido.

A un lado, los que se hacen llamar trabajadores y que hubo un tiempo en que se llamaban ‘compañeros’ do metal. Salen a la calle a manifestarse y ademas del bocadillo se llevan tornillos gigantes, piedras de las obras cercanas, tirachinas enormes, petardos modificados o bombas de palenque retocadas para lanzar desde un tubo de plástico convertido en lanzallamas improvisado. Una guerra en la que ese bando armado, lucha contra policías, periodistas, y ciudadanos que no pueden ir a comprar al centro comercial por miedo, o llegan tarde a trabajar o no pueden ir a comer a casa a mediodía. Contra turistas asustados, empleados de banca que tienen hipoteca propia y contrato eventual y operarios municipales que casi nunca llegan a fin de mes. Una guerra en la que en lugar de luchar por la patria, por la tierra o por no irse al paro, se lucha a cara tapada por una subida salarial del 6%.

Una lucha en la que al terminar de quemar unos contenedores y reventarle los oidos, o la pierna a quien le haya tocado, -así son las cosas, dicen por la tarde- hay quienes se hacen una foto de recuerdo de la jornada, con el fuego detrás para que quede bonita.

Me pregunto que pasaría si todos a los que el ERE les sobrevuela, a los que no le han renovado el contrato temporal en su empresa, a los que no llamarán para esa entrevista de trabajo, o a los que la paga de becario infinito no les da para irse de casa de sus padres, bajaran al portal, al lado de su casa, quemaran 4 contenedores, un autobús y le tiraran 20 piedras a todos los policías que se le pusieran por delante.

En esta jornada de una guerra que anuncian, continuará… como las pelis malas con segunda parte, no han destrozado ni un centímetro de su centro de trabajo, donde se ganan el pan, pero han dejado a decenas de agentes heridos y de ciudadanos asustados y cabreados. Y a algo más que a un compañero en el hospital, preguntándose en medio de la resaca, y después del susto, como se ha convertido él en protagonista.
Un día en el que la palabra ‘compañeros’ ha recuperado su significado a veces, olvidado.

En mi oficina hay un tornillo gigante, que pasará a la estantería de los recuerdos de guerra, junto con el pedrusco manchado de chapapote robado de los acantilados de Oia.

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