Constante y la calabaza gigante
HabÃa una vez un huerto mágico, lleno de calabazas gigantes.
Y su dueño se llamaba Constante.
Y su dueño se llamaba Constante.
Quizás era esa constancia que le daba nombre, la que le animaba cada dÃa cuidar la huerta; y la furia con la que cortaba las malas hierbas, con aquella maquina atronadora, se convertÃa en paciencia, cuando regaba cada dÃa con mimo todas las plantas de su huerta. Y quizás, por eso, o por otras secretas razones, de su huerta todo lo que salÃa era gigante.
La huerta no se veÃa desde el patio, ni desde la carretera. A ella se accedÃa a través de un túnel, oscuro, y lleno de plantas trepadoras, que escondÃa al otro lado aquel terreno grande, algo escarpado, misterioso y verde. Entre las decenas de calabazas gigantes que salpicaban el terreno corrÃa la pequeña Laura, la nieta de Constante. Con algo más de un año y sus gafas rosas se subÃa encima de las calabazas y se intentaba abrazar a ellas.
Constante tenÃa un gran bigote, y es que Constante era un hombre grande, en todos los sentidos; hacia arriba, a lo ancho y hacia dentro. Cuidaba su huerta con amor, porque sino se le pone amor no salen estas cosas, decÃa, mientras fumaba un puro, -como no-, enorme. La abonaba con estiércol de su yegua Linda, y si insistÃas un poco, revelaba parte del secreto. Cerca de la casa -contaba casi en voz baja- habÃa hace muchos, muchos años una fuente de la que decÃan, manaba agua milagrosa. Luego callaba y daba una calada a su puro gigante.
La pequeña Laura veÃa el mundo algo borroso, a través de sus gafas rosas y las calabazas gigantes, y los pepinos enormes, y los calabacines que parecen cohetes del espacio, eran muy fáciles de ver a través de aquellas gafas. Pero poco a poco, y sin que nadie supiera como, la pequeña Laura fue viendo y distinguiendo mejor las calabazas, cada vez más pequeñas, hasta que logró ver también a las hormiguitas que las recorrÃan, rotando sobre ellas, como si estuvieran descubriendo un nuevo planeta naranja.
Porque Constante no era solo un agricultor, quizás fuera un hechicero mágico que solo querÃa curar los ojos de su nieta.
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